El placer indiscutible que nos produce ver las veredas, jardines, parques o por que no, quienes estén en el norte de la Argentina en estos meses, en el medio de las montañas, los jacarandáes en flor es imposible de describir... sólo se lo puede SENTIR.
El color lila azulado en contraste con el tabaco oscuro de los troncos, el marrón más claro de las ramas nuevas, el tostado de los frutos, más el blanco inmaculado de las nubes son poesía para los ojos.
Imponente en su tamaño, crecen con mucha rapidez hasta los 20 metros. El tronco es sinuoso, caprichoso, hay pocos ejemplares derechitos, obedientes. Es un árbol desordenado, fuerte, temperamental, necesita mucho lugar para desarrollarse con todo su esplendor. Y si se lo damos nos regala estas flores maravillosas cada primavera.
Como buen autóctono su adaptación es excelente. Si hay agua crece sin parar, y si llegan años de sequía suspende su crecimiento pero jamás su esplendor.
Queda bien en cualquier sitio, vereda, jardín, parque, monte, pero siempre que tenga mucho espacio. El jacarandá no va a detener su crecimiento , si tiene que levantar veredas, caños, berjas, contrapisos.... no va a pedir permiso.
A cambio de su personalidad imponente, nos regala un aporte de color al paisaje imposible de comparar con otra especie, en tono, saturación y luninosidad!
Estas combinaciones de colores es increíble: dos verdes adelante, bastante parecidos cuando son brotes nuevos, el de la izquierda un siempreverde, el de la derecha un lapacho, el lavanda del jacarandá, jacaranda mimosifolia, y al medio el color naranja de los frutos del roble sedoso, grevillea robusta, montaña y cielo.
Una de las plagas de los jacarandáes es la cochinilla cerosa, ceroplastes grandi, esta cochinilla clava su aparato bucal succionador en las ramas más jóvenes, forman una capa protectora a su alrededor de cera y no se mueven más. Le consume la savia a la planta, la debilita, le produce desfoliación y clorosis y le otorga un aspecto lamentable. La cochililla se desarrolla bien cuando el ambiente es seco, y tuvimos años muy secos... su depredador natural es la vaquita de San Antonio, pero en estos casos tan extremos hay que aplicar quimicos lamentablemente, por ejemplo el dimetoato.
Este querido autóctono del norte de nuestro país en muy valorado como árbol ornamental en España, en las zonas con el clima caluroso y también el Africa, principalmente en Etiopía y Pretoria, en esta última hay tantos ejemplares y de tan buenos tamaños que es llamada la "Ciudad del Jacarandá".
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